martes, 10 de febrero de 2009

365 días, 365 fotografías

Hace veinte días decidí iniciar un proyecto fotográfico que normalmente tiene que durar un año. El requisito es que en la foto haya una parte mía al menos. La idea no se me ocurrió a mí, me la topé en un grupo de flickr, sin embargo decidí no inscribirme al grupo y hacer el proyecto por mi cuenta.

A continuación voy a poner unas cuantas fotografías de los últimos veinte días... el resto lo pueden ver en mi flickr y más particularmente en: http://www.flickr.com/photos/100pour100amoi/sets/72157612840477125/

lunes, 29 de diciembre de 2008

With a little help from…

What would you think if I sang out of tune,
Would you stand up and walk out on me.
Lend me your ears and I'll sing you a song,
And I'll try not to sing out of key.
Oh I get by with a little help from my friends,
I get high with a little help from my friends,
Oh I'm gonna try with a little help from my friends.


 

Creo que no soy buena en eso de pedir ayuda, o quizá tengo el concepto completamente equivocado en mi mente. Hay un punto cuando fui creciendo (supongo que esto le pasa a todos) que el pedirle a mí madre que me haga la cena o el desayuno me pareció un abuso: yo era completamente capaz de hacerla por mi cuenta, no necesitaba su ayuda. Siguiendo el mismo curso, me fui encargando de las cosas que me fui considerando capaz de hacer. Así pedir que otra persona haga algo que yo puedo hacer me parece un abuso, por ejemplo, no estoy cómoda cuando veo los chicos que le cargan la mochila a sus novias cuando ellas no están ni ocupadas ni sobrecargadas.


 

Es raro que quiera hacer lo imposible, soy perfectamente capaz de hacer las cosas que pretendo sin tener que pedir ayuda, pero hay ciertos asuntos que no involucran lo que quiero o lo que pretendo, a veces son accidentes (un ciclista que me atropelló), a veces son situaciones particulares (tener cosas que hacer en dos sitios a la vez), y a veces son las tan habladas "malas rachas". Me encuentro así frente a la necesidad de pedir ayuda.


 

Estas últimas semanas debido a un accidente, un ciclista me atropelló, no he podido prácticamente separarme de mi madre, para decirles que hasta para salir de la ducha la he necesitado. Estos momentos en los que las cosas tan sencillas como bañarme, ir por agua a la cocina o contestar el teléfono son actividades no tan sencillas para mí, han sido desesperantes, porque finalmente tengo que recurrir a la ayuda de otra persona. Tengo entonces la sensación de que estoy abusando: le quito tanto tiempo a mi madre, la hago caminar de más, argh me molesta. Pero finalmente mi madre no me ha expresado las dificultades que le provoca el estar ayudándome. Creo entonces que el ayudar no es cuestión de ego, ni de sacrificios para demostrar algo, es simplemente cuestión de hacer la vida más fácil a las otras personas.


 

Hace ya unos meses tenía cosas que hacer al mismo tiempo en dos ciudades diferentes, en una tenía que hacer un papeleo legal y en la otra mis actividades diarias: era imposible realizar ambas; recurrí entonces con anticipación a la ayuda de personas cercanas y conocedoras de esta situación mía. Sin dudarlo me apoyaron y me fui tranquila y confiada a realizar el dichoso papeleo. Fue un viaje rápido pero muy tranquilo en que estuve feliz viéndome completamente capaz de realizar todas las cosas que quería y deseaba a pesar de las dificultades espaciales. ¿Cuál fue mi sorpresa al regresar? Ninguna de las personas a las que recurrí me apoyó, ese maravilloso sentimiento que me hizo sentirme completa, fuerte y capaz de vivir como yo quería vivir fue asesinado. Creo entonces que el ayudar necesita honestidad, primero al ser honestos de que no se espera nada a cambio (ayudar no es hacer un favor), y segundo ser honestos al asegurar ser capaces de aportar la ayuda.


 

Los dos puntos que he manejado sobre el ayudar finalmente se complementan: ayudar es ser sincero y frecuentemente aportar la ayuda, ayuda más a la persona que el objeto mismo de la ayuda.


 

Pedir ayuda, eso es otro asunto que no domino en lo absoluto, y me siento incapaz de hablar, si ustedes son capaces comenten.


 

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jueves, 18 de diciembre de 2008

¿No quieres un hermanito o una hermanita?

No la verdad no. Recuerdo una ocasión cuando era niña, estaba en kínder, fui invitada a casa de una amiga; su madre nos llevó a comer pizza y a jugar con esas máquinas de peluches, de esas que guías un gancho mecánico para atrapar cualquiera de los objetos de la caja. No recuerdo nada más de ese momento, solo sé que de alguna forma alguien de la familia de mi amiga obtuvo un peluche. A claro estoy obviando el detalle de que esta familia es numerosa, son sólo dos hermanas pero en cualquier actividad están involucrados las tías, las primas y los primos. Entonces regresando del Showbizz empezamos a jugar mi amiga, su hermana y yo hasta el momento en que la propiedad del peluche se convirtió en manzana de la discordia entre las dos hermanas. Los gritos y los jaloneos de cabello eran insoportables, la madre trataba de mediar la situación y yo… sentada en la alfombra sin saber qué hacer, asustada de tanta agresividad, creo que mi instinto fue aplicar el "si no me muevo no ven".


Soy hija única. No tiene nada de extraordinario, bien me lo hizo ver una amiga: la mayoría de los chinos a partir de los ochentas lo son (lean por cierto Las novias perdidas de China). Ciertamente tiene grandes ventajas, económicas claro está, pero sobretodo de dedicación parental (sobretodo materno en mi caso), me libré de todas esas discusiones, jaloneadas de cabello, y aprendí a vivir y cohabitar con adultos, con mis padres, pero jamás con niños y niñas de mi edad. Desde finales de secundaria hasta inicios de la universidad quería pasar desapercibida quizá aplicando el "si no me muevo no ven" por miedo a esas interacciones desconocidas para mí… pero eso creo que es debido a otras situaciones que tienen un punto mucho más profundo que el ser hija única.


Los hijos únicos no tenemos ese o esos personajes que, no importa qué suceda, siempre estarán ahí como son para muchos los hermanos, contamos que nuestros más grandes amigos lo estén. Nosotros sin dudarlo estamos ahí para ellos, aunque no se den cuenta de lo sólidos que somos para ellos y no recurran frecuentemente a nuestro apoyo. Somos torpes al encabronarnos: nos cuesta aprender a arreglar las cosas directamente (falta de toda una infancia de experiencia en jaloneadas de cabello).


Al crecer y separarnos de la dependencia parental aprendimos a hacer las cosas solos, sin pedir ayuda (porque las personas a quien le podemos pedir son solamente nuestros padres): no tenemos que ir acompañados al baño ni pedimos ayuda para bajar la caja que está en la repisa más alta de la alacena. No es porque no valoremos la ayuda de los demás, sino que aprendimos a hacer las cosas así y sabemos (por la experiencia con nuestros padres) que en un momento molestamos y nos molesta molestar.


En paralelo nos cuesta pasar todo el tiempo con las mismas personas y tendemos a no poder quedarnos en un grupito de amigos. Aplicamos diversas técnicas que van desde no anclar relaciones tan cercanas con todos los miembros de un grupo y entonces establecer relaciones fuertes con unos cuantos de varios grupos o bien nos aislamos y necesitamos caminar largos trechos por la ciudad.


Durante nuestro crecimiento aprendimos a vivir sólo con adultos, conocimos niños y niñas de la escuela o de las diversas actividades a la que nuestros padres nos metían, pero sólo vivimos con adultos. La visión que tenemos de los demás infantes o personajes de nuestra edad es dada simplemente por lo que conocemos en estas interacciones y por la televisión. Lo que nos hace aprender a ver las cosas con visión de adulto. No digo que envejecemos más pronto, o que maduramos más rápido, sino que el análisis de las cosas las hacemos como aprendimos: viendo a largo plazo, preocupándonos un poco más por las consecuencias a largo plazo que por la propiedad inmediata del peluche que salió de la máquina. No es de sorprendernos que frecuentemente nos calculen más edad que la que tenemos y resultemos ser perfeccionistas.


Los hijos únicos no embonan fácilmente en una sociedad de múltiples hijos y familias extendidas, de hecho tienden a juntarse. Los hijos únicos no son raros, lo único que falla es una falta de comprensión de los pesos y los valores que le damos a las cosas y a las personas (por favor a todos aquellos que conviven con hijos únicos no se les olvide que los amigos para nosotros son lo equivalente a sus familias). Por eso hago este post, para hacer una polaroid de este panorama para que hijos únicos y gente que cohabite con especímenes de este tipo no entre en juegos de incomprensiones.


«Le quartier Marais» y « Viola's reise um die Welt » por Schneeamolita, en polanoid.net



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martes, 16 de diciembre de 2008

Réveillez-moi si je suis morte

Eso fue lo que me escribí en la espalda este año, por julio, pretendiendo quitarme un peso de encima y forjarme una armadura de por vida. Muchos se preguntarán qué querrá decir; mi madre tardó en entenderlo (sigo dudando que lo haya hecho), y tras largas explicaciones por la webcam logré hacerle comprender que mi más grande miedo es morir en vida.


 

No, no soy una fanática perdida de películas tipo Resident Evil, no, sólo considero que nuestra vida es lo único que tenemos y es un desperdicio no estar consciente de estar vivos. Es por esta razón que con este cartel tatuado en mí, doy permiso a cualquier lector furtivo (o recurrente) que me despierte, es decir que me haga retomar consciencia de mi vida en el momento que se dé cuenta que estoy muriendo.


 

Creo que ahora con meses de distancia puedo decir qué me ha aportando este tatuaje. Lo primero que tengo que mencionar es el susto y la preocupación materna, que de cierta forma logró acercarme más a ella, al permitirle conocer unos de mis miedos. Este susto fue acompañado de muchas sorpresas entre mis conocidos, sobretodo en los que me tenían guardada en un estereotipo muy recatado/puritano/propia de típica "niña bien", que tengo que admitirlo me encanta haber roto. El tener un tatuaje por otro lado me hizo hacerme parte del grupo de los tatuados pero finalmente mi vida y mi forma de vida me deja bien claro que no pertenezco a ningún grupo y que formo bien parte de todas las colas de las distribuciones normales.


 

Pero lo más importante hoy en día es que soy una con esa frase, es parte de mí y no soy yo sin ella sobre mí. Con esto puedo decir que efectivamente me he quitado un peso de encima al tener todo el tiempo esta maravillosa armadura; sin embargo no dejo de pensar que la vida se me va, aunque me sepa viva, siento que no estoy viviendo como quisiera estar haciéndolo.

Debout parce qu'on veut vivre


Debout parce qu'on veut vivre by *Cmavie on deviantART


El año pasado en el 2007, inicié un blog Mon parapluie en otro hosting, no fui muy constante. No pretendo que este espacio sea más regular, interesante o completo, pero si he sentido de nuevo la necesidad de escribir y gritar, o susurrar cosas al mundo.

Creo que en este primer post tengo que explicar el porqué de su título (Debout parce qu'on veut vire: De pie porque queremos vivir). Hace también un año hice un trabajo (el que muestro al inicio de este post) que es el resultado de mezclar música (Rester debout, del grupo Debout sur le Zinc), papel, gouache, mis dedos, una pluma, mi cámara y PS ... y creo que es interesante ahora hacer que todo siga mezclandose con ese deseo de vivir en otro soporte, el de la blogósfera.