jueves, 18 de diciembre de 2008

¿No quieres un hermanito o una hermanita?

No la verdad no. Recuerdo una ocasión cuando era niña, estaba en kínder, fui invitada a casa de una amiga; su madre nos llevó a comer pizza y a jugar con esas máquinas de peluches, de esas que guías un gancho mecánico para atrapar cualquiera de los objetos de la caja. No recuerdo nada más de ese momento, solo sé que de alguna forma alguien de la familia de mi amiga obtuvo un peluche. A claro estoy obviando el detalle de que esta familia es numerosa, son sólo dos hermanas pero en cualquier actividad están involucrados las tías, las primas y los primos. Entonces regresando del Showbizz empezamos a jugar mi amiga, su hermana y yo hasta el momento en que la propiedad del peluche se convirtió en manzana de la discordia entre las dos hermanas. Los gritos y los jaloneos de cabello eran insoportables, la madre trataba de mediar la situación y yo… sentada en la alfombra sin saber qué hacer, asustada de tanta agresividad, creo que mi instinto fue aplicar el "si no me muevo no ven".


Soy hija única. No tiene nada de extraordinario, bien me lo hizo ver una amiga: la mayoría de los chinos a partir de los ochentas lo son (lean por cierto Las novias perdidas de China). Ciertamente tiene grandes ventajas, económicas claro está, pero sobretodo de dedicación parental (sobretodo materno en mi caso), me libré de todas esas discusiones, jaloneadas de cabello, y aprendí a vivir y cohabitar con adultos, con mis padres, pero jamás con niños y niñas de mi edad. Desde finales de secundaria hasta inicios de la universidad quería pasar desapercibida quizá aplicando el "si no me muevo no ven" por miedo a esas interacciones desconocidas para mí… pero eso creo que es debido a otras situaciones que tienen un punto mucho más profundo que el ser hija única.


Los hijos únicos no tenemos ese o esos personajes que, no importa qué suceda, siempre estarán ahí como son para muchos los hermanos, contamos que nuestros más grandes amigos lo estén. Nosotros sin dudarlo estamos ahí para ellos, aunque no se den cuenta de lo sólidos que somos para ellos y no recurran frecuentemente a nuestro apoyo. Somos torpes al encabronarnos: nos cuesta aprender a arreglar las cosas directamente (falta de toda una infancia de experiencia en jaloneadas de cabello).


Al crecer y separarnos de la dependencia parental aprendimos a hacer las cosas solos, sin pedir ayuda (porque las personas a quien le podemos pedir son solamente nuestros padres): no tenemos que ir acompañados al baño ni pedimos ayuda para bajar la caja que está en la repisa más alta de la alacena. No es porque no valoremos la ayuda de los demás, sino que aprendimos a hacer las cosas así y sabemos (por la experiencia con nuestros padres) que en un momento molestamos y nos molesta molestar.


En paralelo nos cuesta pasar todo el tiempo con las mismas personas y tendemos a no poder quedarnos en un grupito de amigos. Aplicamos diversas técnicas que van desde no anclar relaciones tan cercanas con todos los miembros de un grupo y entonces establecer relaciones fuertes con unos cuantos de varios grupos o bien nos aislamos y necesitamos caminar largos trechos por la ciudad.


Durante nuestro crecimiento aprendimos a vivir sólo con adultos, conocimos niños y niñas de la escuela o de las diversas actividades a la que nuestros padres nos metían, pero sólo vivimos con adultos. La visión que tenemos de los demás infantes o personajes de nuestra edad es dada simplemente por lo que conocemos en estas interacciones y por la televisión. Lo que nos hace aprender a ver las cosas con visión de adulto. No digo que envejecemos más pronto, o que maduramos más rápido, sino que el análisis de las cosas las hacemos como aprendimos: viendo a largo plazo, preocupándonos un poco más por las consecuencias a largo plazo que por la propiedad inmediata del peluche que salió de la máquina. No es de sorprendernos que frecuentemente nos calculen más edad que la que tenemos y resultemos ser perfeccionistas.


Los hijos únicos no embonan fácilmente en una sociedad de múltiples hijos y familias extendidas, de hecho tienden a juntarse. Los hijos únicos no son raros, lo único que falla es una falta de comprensión de los pesos y los valores que le damos a las cosas y a las personas (por favor a todos aquellos que conviven con hijos únicos no se les olvide que los amigos para nosotros son lo equivalente a sus familias). Por eso hago este post, para hacer una polaroid de este panorama para que hijos únicos y gente que cohabite con especímenes de este tipo no entre en juegos de incomprensiones.


«Le quartier Marais» y « Viola's reise um die Welt » por Schneeamolita, en polanoid.net



.

1 comentario:

  1. Mi amiga de toda la vida, mi hermana de toda la vida, siempre haras parte de mi familia, y como bien lo dices, siendo hijas unicas, los amigos son nuestra familia.....y el peso que le damos a los amigos es diferente y a veces resulta que salgamos lastimadas por tonterias...
    asi que gracias por este post :)
    Espero que estes mejor,
    te quiero, te amo con locura :D

    ResponderEliminar